lunes, 19 de mayo de 2014

Papá

La resaca continuada de lo que está por llegar se apodera de lo poco que queda ya de mi lucidez. Mientras, la lista de cosas por hacer se adereza de 'tranquila, nena, si no puedes no pasa nada' (o la definición más exacta de frustración) de manos de la voz que no pudo o que no supo o que no supo querer, claro. Apocalípticamente triste. Pero a la resaca llega una gaviota manchada de tierra y sudor que, entre libros de historia, me atusa de refranes que nunca entendí y ahora entiendo; que, muy bajito, me dice que me admira, aunque no lo haya dicho jamás.

domingo, 18 de mayo de 2014

Su abuela lo llamaba el ternero: siempre estaba bebiendo leche. Y es que su mamá le dijo, cuando era muy pequeñito, que con la leche se haría grande, se haría fuerte. Y ahí sigue él, tomándose su taza de leche, siempre fría, cada tarde, en la merienda. Y ahí sigo yo, soñando, noche tras noche, con prepararle la merienda cada tarde todas las noches de mi vida.

martes, 13 de mayo de 2014

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Dejarse llevar, caer, guiar. Precipitarse. Una sima ante tus uñas, el abismo frente a tu pelo de la nariz. Arrojarte al vacío (mejor abalanzarse sobre él). Regurgitar entre sudor tras la carrera en el tercer certamen del darse de bruces contra la irrealidad. Despeñarse en el desierto, desprenderse del abrigo en pleno agosto y, en el agua, perder el equilibro.


Jugar a ser mayor.

domingo, 11 de mayo de 2014

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Tecleo dar explicaciones en Google. El primer enlace, cómo no, de un blog de autoayuda escrito por un marica de medio pelo y cuarto de kilo de pluma. Dos flechita para abajo después, un foro de debate de estudiantes de español: ¿cómo coño dais regalos y explicaciones con el mismo verbo, tios? Sigo bajando. Llego al quid de la cuestión, al meollo, a la sustancia rica rica: una página de facebook que reza tal que así:
Me carga dar explicaciones, pero si me gusta pedirlas xDDhttps://www.facebook.com/pages/Me-carga-dar-explicaciones-pero-si-me-gusta-pedirlas-xDD/284682124798 

Más allá de la fuente de eruditos en potencia que hacen gala de su intelecto en tan respetables agujeros de internet, la frase me hace pensar. Joder, lo que nos gusta, ¿eh? Que gustito que nos da incordiar en la intimidad del otro, urgando como si nos la hubieran prestado el vecino del quinto, el que folla a la hora de la siesta, ese al que  quisieras devolvérsela rota porque la envidia te agujerea las entrañas y el pantalón. Eso sí, tú lo que quieres es devolvérsela rota sin que se note, ataviado con tus mejores galas: las pantuflas, el pijama y la sonrisa más falsa que ha parido madre. Que se de cuenta después, preferíblemente a modo de coitus interruptus. Pero claro, tú al vecino no le pides explicaciones, como mucho un par de huevos. Las explicaciones se las pides a....

Sigo urgando en internet. 

Y ahora sí que sí. Aquí está lo bueno. Cito textualmente, porque esto no tiene desperdicio.

Es indispensable que comprendas que es él quien tiene una dificultad para, si le dio miedo involucrarse demasiado, si siente culpa por algo que hizo o dejó de hacer, si no quiere ser sincero contigo, es cuestión únicamente de él porque está claro que no quiere tu ayuda para superar esos inconvenientes.http://www.fucsia.co/sexo-y-relaciones/vida-en-pareja/articulo/se-dar-explicaciones-que-hacer/25253#.U2_XdSgSNFM

Y lo deja así caer, la tía (asumámoslo, esto lo ha escrito una tía, gorda y virgen a los 38). Que resulta que el problema no lo tienes tú (en las webs rosas escritas en calibri las mujeres nunca son el problema, tú eres una mujer, por ende...Gracias, Socrátes), el problema es él, que no "se involucra".

-Amorcito, ¿qué hacías el 28 de abril del 94 a las 14:35 con ESA GUARRA?
-
-¿Qué pasa?, ¿no quieres contármelo? No confías en mí y no crees en esta relación...Lo sabía, eres como todos (leer preferiblemente con voz de pito)


Conclusiones:

Tareas pendientes:
-Pedirle dos huevos al del quinto y esclafárselos en la puerta al primer gemido.
-Boicotear toda web rosa que se cruce en mi camino.

Conclusiones:

La curiosidad mató al gato.

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Se le arrugaban las comisuras de los ojos cuando sonreía, al pobre (y aquello pasaba muy pocas veces). Ahí estaba él, arrugado, con camisa y pantalones cortos, buscando un beso a cambio de un puñado de fruta. Despeinado, me miraba desde el interior del ascensor, me buscaba desde el interior del ascensor para, supongo, encontrar un beso que no quería ser cambiado.
Y aquí estoy yo, comiéndome la fruta sabiéndome a nosotros, sin saber ya si esta podrida
o verde.