domingo, 18 de mayo de 2014

Su abuela lo llamaba el ternero: siempre estaba bebiendo leche. Y es que su mamá le dijo, cuando era muy pequeñito, que con la leche se haría grande, se haría fuerte. Y ahí sigue él, tomándose su taza de leche, siempre fría, cada tarde, en la merienda. Y ahí sigo yo, soñando, noche tras noche, con prepararle la merienda cada tarde todas las noches de mi vida.

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